No hay muchos directores españoles a los que les siga la pista de forma habitual, pero me he dado cuenta de que he visto los tres últimos filmes realizados por Cesc Gay en el cine: “Krampack” en el 2000, “En la ciudad” en el 2003 y ahora “Ficción”. Todos ellos tienen puntos de interés y los suficientes detalles personales en común como para empezar a hablar de autoría. Lo primero de lo que me doy cuenta haciendo un rápido repaso mental es de que siempre retrata la misma clase social, la burguesía liberal barcelonesa; acaso la misma a la que el autor pertenece. También es evidente su gusto por los personajes en crisis. En la primera película mencionada nos presentaba a un adolescente (perfectamente interpretado por el exniño-prodigio Fernando Ramallo) que empezaba a asumir su homosexualidad y debía afrontar los primeros sinsabores que ello le producía, además nos descubría a Jordi Vilches (actor con una extraña y natural vis cómica del que me declaro fan, no hay más que ver la pareja que forma junto al gran Ángel de Andrés López en una de las mejores películas españolas de los últimos años: “Platillos volantes” de Óscar Aibar, 2003). En el segundo filme referido nos presentaba a todo un grupo de treintañeros en crisis dentro de un desigual relato coral del que recuerdo especialmente el apartado dedicado al personaje interpretado por Eduard Fernández. Éste mismo interpreta en el filme que hoy nos ocupa al protagonista, un hombre al borde de la cuarentena acuciado por una crisis de identidad. Quizá esta última sea la propuesta más personal presentada hasta la fecha por Gay, ya que incluso se permite coquetear con el metalenguaje: el protagonista comparte edad y oficio con el cineasta e incluso hay una mención explícita a la posibilidad de realizar un filme sobre lo que le está sucediendo en ese momento, que bien podría ser el que estamos viendo.
En cuanto a la puesta en escena, dada la tendencia a la introversión de los personajes que retrata (aunque siempre introduce algún contrapunto extrovertido, como en este caso lo es el gran Javier Cámara), se nota siempre un notable esfuerzo por utilizar el entorno que les rodea para definirlos. “Krampack” estaba impregnada de esa atmósfera vacacional mitificada por el recuerdo, los escenarios de diseño se adueñaban de los planos de “En la ciudad” dejando entrever la frialdad urbanita de los personajes que los poblaban y “Ficción” es un filme de escapada a la montaña en el que el protagonista parece querer encontrarse de nuevo consigo mismo a través del paisaje. Es justo destacar la intención cinematográfica, aunque quizá se le puede achacar un exceso de funcionalidad en la elección de los encuadres.
En todo caso, lo que me resultó más interesante de “Ficción” fue la utilización de la música. Puede parecer un detalle algo irrelevante, pero me llamó poderosamente la atención, ya que, como melómano que soy, siempre me fijo mucho en ese aspecto. No se trata de sentir afinidad con la selección de los temas, sino de su adecuación a la historia. Primero, he de subrayar que la película carece de Banda Sonora Original, toda la música que suena es diegética (la fuente de la que parte es siempre visible para el espectador: la radio de un coche, un destartalado radiocassette, un piano...). Normalmente, esto se relaciona con una mayor sensación de realismo, pero en esta película van más allá. El hecho de que la música que suena haya sido elegida por el personaje ayuda a definir su estado de ánimo de una forma más personal y directa. Por ejemplo, Álex, el tristón protagonista interpretado por Eduard Fernández, en el coche siempre escucha a Nick Cave (ideal para esos momentos de depresión. Me estoy riendo yo solo recordando ese anuncio de un coche en el que el conductor va cantando “Say you, say me” de Lionel Ritchie). Cuando llega a la casa de su amigo en la montaña (recordemos, el siempre dicharachero Javier Cámara) pone la radio y suena un alegre Rock ‘n’ Roll, pero enseguida cambia de emisora hasta dar con una en la que suena música clásica. Más tarde, vemos al mismo Javier Cámara tocando la guitarra y tatareando una suave bossa-nova, lo cual nos habla del carácter profundamente hedonista de ese personaje. Pero la cosa no se acaba ahí; la chica de la que se va a enamorar platónicamente Álex (una amiga que le presentan sus amigos interpretada con gran naturalidad por Montse Germán) resulta que es violinista profesional y, en un romántico momento que transcurre en la habitación de un hotel, interpreta una pieza clásica al piano. Me parece una forma muy inteligente de sugerir a través de la música las diversas relaciones que se establecen entre los personajes.
1 comentario:
Pues no la he visto (ni tampoco nada de Cesc Gay, aunque tengo Krampack por ahi) y me anoto lo que comentas sobre ésta, aunque tu apunte sobre Platillos Volantes me hace desconfiar, y es que hay que ver lo pesada que se me hizo aquella!
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