
La verdad es que acudí a verla con la mosca detrás de la oreja, dada la profusión de críticas y de comentarios negativos de amigos y profesionales. Pero la verdad es que no encontré grandes diferencias entre ésta y las dos primeras partes, salvo una mayor extensión debida a la acumulación excesiva de tramas y villanos. La primera parte se ganó mis simpatías gracias a una estupenda presentación de personajes y a una serie de buenas situaciones que explotaban a partes iguales la comicidad y el dramatismo que conllevaba el descubrimiento por parte de un adolescente de sus nuevos superpoderes. Sin embargo, unas pobres y demasiado rígidas escenas de acción impidieron que la operación saliera redonda; algo que pudo deberse a los cambios que se vieron obligados a hacer tras los atentados del 11-S. En todo caso, eso no disculpa la falta de expresividad y el olor a plasticazo del atuendo del
Duende Verde, que convertía las luchas y los diálogos entre éste y
Spiderman en un risible remedo de los “
Power Rangers”. La segunda parte mantenía las virtudes de la primera y corregía los defectos que antes señalaba con un villano mucho más expresivo en las escenas de acción, el
Doctor Octopus, y potenciando la sensación de que
Peter Parker se encontraba tras la máscara de
Spiderman con alguna escena de acción (la del tren descontrolado, por ejemplo) en la que acababa desprovisto de esa parte de su atuendo. Si la primera parte trataba sobre la toma de responsabilidad que conllevaba un nuevo poder adquirido, la segunda se centraba en las dificultades para compaginar la vida cotidiana con las funciones propias de un defensor de la humanidad. De ahí nacía la comicidad y el conflicto del personaje, que se veía obligado a elegir entre dos formas de vida difícilmente compatibles, en la que es una de las mejores representaciones en pantalla grande del mundo de los superhéroes.
El primer acierto de la tercera parte consiste en que desde el principio se hace patente que esas dificultades a las que antes me refería han acabado minando la relación entre Mary Jane y Peter Parker. Recordemos que al final de la segunda parte acababan juntos tras quedar revelada la identidad secreta de Spiderman. Existe, por lo tanto, una lógica correlación de acontecimientos muy de agradecer en este tipo de sagas. Esa misma continuidad existe en relación al mejor amigo del protagonista, heredero del malévolo legado de su oscuro padre. Sam Raimi y su principal guionista, Alvin Sargent, podrían haberse conformado con la resolución de los varios conflictos planteados hasta ahora, pero con vistas a dotar de una mayor densidad al relato, han preferido dar una nueva vuelta de tuerca al personaje y a la historia. Así, cuando pensábamos que nuestro héroe había alcanzado una cierta estabilidad emocional junto al amor de su vida, veremos como, llevado por el orgullo (¿reminiscencias de “Star Wars: Episodio III”?) de haberse convertido en el héroe de la ciudad, va dejando de lado su vida íntima mientras se vanagloria de la fama adquirida como Spiderman. Éste es uno de los aspectos que más ha cabreado a los fans de los cómics, ya que no ven creíble ese giro en el carácter de Peter Parker. Es posible que, viendo que no había otra forma mejor de seguir sacándole cierto partido dramático al personaje, hayan renunciado a la lógica a favor de un nuevo conflicto de cuya resolución el héroe extraerá una necesaria lección de humildad que tiene mucho que ver con la situación de EE.UU. frente al mundo en estos momentos. Para hacer más “creíble” (valga la ironía) la transformación del personaje introducen en escena a un extraño ente extraterrestre (llega a la Tierra dentro de una especie de meteorito) que se adhiere al cuerpo cual parásito y tiene la capacidad de sacar a la superficie el lado más oscuro de su portador. Los momentos en los que Peter Parker aparece transformado en un esnob engreído y, definitivamente, gilipollas han sido muy criticados, pero debo reconocer que a mí me parecieron de lo más divertido de la cinta.

Se nota que
Sam Raimi cada vez se encuentra más suelto en ese aspecto y ,sin esa vía de escape, el dramatismo que embadurna muchas partes del film habría sido difícilmente digerible. Por otro lado, cuando creíamos que el asesinato del tío Ben estaba resuelto, aquí se retoma de una forma excesivamente rebuscada, respecto a lo cual no deseo revelar más de la cuenta. Solo diré que esa me parece la parte más insostenible del film, unida a toda la historia de
Sandman (Hombre de Arena,
Thomas Haden Church), que no es ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Que un villano resulte visualmente atractivo no es motivo suficiente para integrarlo en la historia. Paradójicamente,
Venom (
Topher Grace), un villano impuesto por los productores para contentar a los fans ochenteros del cómic, encuentra un mejor acomodo en el conjunto. En todo caso, la escena de lucha más espectacular es la que enfrenta al principio a
Peter Parker (
Tobey Maguire) y a su amigo-enemigo
Harry Osborn (
James Franco). Se trata de una vertiginosa y trepidante montaña rusa llena del virtuosismo visual que se espera de un film de estas características, el resultado final de muchos años perfeccionando la fluidez de movimientos de los personajes digitales. En cuanto a la aportación femenina al reparto no se puede pedir más,
Kirsten Dunst (
Mary Jane Watson) y
Bryce Dallas Howard (
Gwen Stacy) exhiben belleza a raudales, aunque sus personajes, sobre todo el de la segunda, no sean más que satélites del protagonista, simples motores del drama.