

Estos son dos de esos típicos films que perduran en la cartelera de VO durante el verano a falta de otros estrenos más potentes. De vez en cuando alguna de estas películas se convierte en un éxito inesperado pasando a convertirse en lo que llaman "sleepper".
"El secreto de Anthony Zimmer" es el debut en la dirección de Jérome Salle y es evidente que ha querido rendir tributo a sus clásicos favoritos del cine de suspense. Paradójicamente, a pesar de contar el cine galo con referentes tan ilustres dentro del género como Claude Chabrol o Jean-Pierre Melville, nuestro hombre parece fijarse más en el cine norteamericano, fundamentalmente en el Alfred Hitchcock más lúdico, el de "Atrapa un ladrón" (1955), o en la muy hitchcockiana "Charada" (Stanley Donen, 1963). Incluso la música recuerda a la que compuso Bernard Herrmann para el maestro de maestros. Muchos ya despreciarían el film por su falta de originalidad, pero soy de los que opinan que ciertas cosas o se hacen a la manera de Don Alfredo o se hacen mal; ya que tienes que copiar, al menos copia al mejor.
Así, nos encontramos con la historia de un hombre normal perseguido tanto por la policía, como por una banda de criminales que desea eliminarle (en esta ocasión la Mafia rusa, pero podría ser cualquiera). La que le introduce en esa trama es una bella y misteriosa mujer de la que se enamora perdidamente. En la mente de todos aparece "Con la muerte en los talones" (Alfred Hitchcock, 1959), pero, atento a los cánones del thriller moderno, Salle introduce un "inesperado" giro final que pretende dotar de cierta distinción al conjunto. Lo malo es que la realización del debutante Salle, aparte de una correcta utilización del scope, resulta bastante plana y palidece ante la más mínima comparación con los maestros a los que pretende homenajear. No hay ni atmósfera, ni misterio en las luminosas imágenes de este film. Tampoco resiste la comparación con otros films modernos de parecida índole, como la injustamente olvidada y muy reivindicable "Cypher" (Vincenzo Natali, 2002), cuyo parecido giro final resultaba mucho más sofisticado, brillante y divertido. Anuladas, por tanto, las principales bazas del argumento por la alargada sombra de autores más inspirados, nos queda recurrir al trabajo de los actores, que es lo único que funciona a un cierto nivel. La elección de la bella Sophie Marceu como detonante del misterio resulta de lo más adecuada, aunque es imperdonable que se nos escamotee un plano de sus justamente famosos pechos cuando, en un momento del film, se quita la parte de arriba del biquini. ¿Autocensura? ¿Querían hacer una "peli" europea apta para menores americanos? Del todo incomprensible, indignante me atrevo a decir incluso. No existe plano de pechos gratuíto, sino censura gratuíta.
En cuanto a Yvan Attal, cumple con gracia y solvencia, resultando bastante creíble en su difícil y ambiguo papel.
"Junebug" ha sido uno de los grandes éxitos del cine independiente americano de esta temporada. La más beneficiada de ese éxito, con toda justicia, ha sido la estupenda Amy Adams (actriz descubierta por Steven Spielberg en "Atrápame, si puedes"), que recibió numerosos premios en su país, pero a la que se le escapó el más preciado de todos; y es que el Oscar estaba muy reñido en esa categoría este año (se lo llevó la no menos estupenda y maravillosa Rachel Weisz , así que nada que objetar). Ha sido declarada hace poco la estrella más caliente del momento por una conocida publicación de su país (que guay es poder recurrir a esta frase cuando no recuerdas un nombre), lo cual resulta bastante extraño teniendo en cuenta que aparece durante todo el film con una imponente barriga de embarazada a punto de dar a luz. Una vez dados a conocer estos "imprescindibles" detalles, vamos al grano. Resulta que me acabo de dar cuenta de que hoy la cosa va de óperas primas, ya que "Junebug" también significa el debut cinematográfico de su director. Desde los títulos de crédito nos damos cuenta de que nos encontramos dentro del resbaladizo terreno del llamado cine independiente americano: realismo cutre fruto del bajo presupuesto y un cierto desparpajo narrativo fruto de la libertad que los directores encuentran al margen de las majors, aunque esto último es bastante relativo. En muchas ocasiones ese supuesto desparpajo parece más una forma que tiene el direcctor de llamar la atención de los grandes estudios, que una auténtica necesidad narrativa. Afortunadamente, "Junebug" no cae en esa molesta exhibición de facultades. Precisamente, su gran virtud es que se centra sin miramientos ni sentimentalismos en sus personajes, a los que trata con un gran respeto y sin juzgarlos en ningún momento, dejando al espectador la capacidad de decidir la moralidad de sus comportamientos. Y eso es especialmente difícil teniendo un cuenta que los individuos que retrata son presa fácil para el esperpento. La historia que cuenta nos resulta familiar: un treintañero, que proviene de uno de esos ultraconservadores pueblos del Sur de EEUU del que ha "escapado" para triunfar en la gran ciudad, aprovecha que su nueva mujer tiene que viajar por motivos de trabajo al lugar donde él se crió para presentársela a su familia. Ésta, interpretada por la siempre atractiva Embeth Davidtz (otro descubrimiento de Spielberg, esta vez para "La lista de Schindler"), es una sofisticada tratante de arte que enseguida despierta la desconfianza de la madre y del arisco hermano de su marido, éste último interpretado por Ben Mckenzie (famoso por ser el protagonista de la muy defendible serie de adolescentes "The OC", junto a Adam Brody). La madre piensa que es demasiado para su hijo, al que sigue viendo como un humilde chico de pueblo que ya no es, y el hermano, deprimido por las pocas expectativas vitales, se muere de la envidia. El padre es una especie de "zombie" que deambula por la casa, que tiene miedo de mostrar sus verdaderos sentimientos y de contradecir a su mujer. Paradójicamente, la que recibe con mayor entusiasmo al nuevo miembro de la familia es la vitalista cuñada, el personaje interpretado por Amy Adams. Lo que se nos cuenta, una vez quedan presentados los personajes, son los esfuerzos de una bienintencionada y cultivada chica de ciudad por encajar en los cerrados cánones conservadores de la gente del sur. Como ocurriría en la realidad, no hay grandes momentos de reconciliación y de emoción desbordada, aunque sí se puede hablar de una especie de catarsis en la que los sentimientos de los personajes quedan aclarados de alguna forma. Finalmente, lo que se deduce de la historia es la necesidad de renunciar en cierta medida a tus raíces para triunfar en la sociedad moderna.
2 comentarios:
Pues a mi me parece que la francesa es una peli muy entretenida y bien llevada. No me parece plana en absoluto. Quizá el giro era esperado y algo forzado pero hasta entonces han sido momentos de muy buen cine. Se la cepilla cuando tiene más nivel que otras.
Las dos están en mi lista (cada vez más larga) de películas para ver.
Saludos
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