
Para los que no la hayan visto todavía, solo diré que satisfará tanto a los fans de Shyamalan como a sus detractores. Los primeros encontrarán nuevos motivos para seguir adorando a uno de sus directores favoritos y los segundos hallarán la excusa perfecta para denostarlo definitivamente. También puede darse el caso de que antiguos admiradores se pasen al otro bando debido a que el plato que nos propone el genio de Philadelphia es bastante difícil de digerir. Y es que nos encontramos ante una de las películas más controvertidas de la temporada.
Aviso, si yo no hubiera visto la película, no me gustaría leer lo que viene a continuación, aunque he tratado de contar lo menos posible de la trama.
Lo primero que comentamos mi inseparable compañera y yo a la salida del cine después de ver “La joven del agua” fue: “se la van a cargar”. El desafío narrativo que plantea Shyamalan es de lo más audaz y hace falta tener un sentido de lo fantástico muy agudizado para digerirlo. Trataré de explicarlo sin desvelar demasiados detalles de la historia. Para empezar, el autor no engaña a nadie, desde el principio queda muy claro gracias a unas viñetas animadas que estamos en el terreno de los cuentos infantiles. Según él mismo relata, todo parte de un cuento que solía contarle a su hija por las noches (en algunos carteles figura la frase “A bedtime story” sobre el título). A medida que la niña le iba planteando dudas, se veía obligado a crear nuevos personajes y situaciones sobre la marcha. Me parece la mejor forma de explicar la extraña estructura de esta película porque precisamente de eso se trata, de un cuento que va tomando forma poco a poco ante los ojos del desconcertado espectador. Para poner un ejemplo que todos podamos reconocer, es como aquellos libritos de terror y aventuras que leíamos de pequeños en los que, llegado un momento clave, se planteaban varias alternativas entre las que tenías que elegir. Eran bastante frustrantes, ya que normalmente acababas despeñado por un barranco o devorado por algún monstruo feroz y tenías que volver al punto de partida una y otra vez hasta que dabas con el ansiado final feliz. Algo similar le ocurre al protagonista del film (un impagable Paul Giamatti) cuando se encuentra con que tiene que ayudar en su cometido a una sirena llamada Story (interpretada con extrema delicadeza e inocencia por Bryce Dallas Howard), que se ha instalado en la piscina que se encarga de cuidar como conserje de un bloque de apartamentos. Las claves para completar la historia las tiene que extraer de la misma Story (el nombre no puede ser más explícito) y de una malhumorada vecina china que, como no podía ser de otra forma, es la única que conoce el cuento y a los seres que lo habitan. Por supuesto, esas claves son de lo más confusas y conducen a nuestro héroe a cometer varios errores, debido a que se deja aconsejar por la persona equivocada y a su propia inseguridad. Esto hace que la narración avance como a trompicones. El guión es un desastre desde un punto de vista académico, pero lo grande de los buenos narradores es que saben manipular las convenciones para pervertirlas y así jugar con las expectativas del espectador. De hecho, Shyamalan se burla de esas convenciones a través de un cínico crítico de cine (interpretado con mucha gracia por el extraño Bob Balaban) al que le depara un final nada agradable. Contada así, puede parecer una película compleja y abigarrada, pero no se preocupen... es todavía peor. Al igual que ocurría en la memorable “La ventana indiscreta” (¿posible homenaje o referencia inconsciente? O paja mental mía, que también puede ser), la cosa se complica con la aportación de los pintorescos vecinos que pueblan el bloque de apartamentos y que van a tener un papel fundamental. Finalmente, en esta aventura colectiva, cada uno tendrá que mirar dentro de sí mismo para encontrar su propósito dentro de la trama (algo propio de todos los héroes y antihéroes creados por Shyamalan ).
De toda la filmografía de Shyamalan el filme al que más me recuerda “La joven del agua” es “Señales”. Al igual que en aquella, el protagonista ha sufrido una tragedia que le mantiene deprimido y que le impide desarrollar todo su potencial y el hecho fantástico va a ayudarle a salir del pozo en el que se encuentra inmerso, pero creo que en esta ocasión la metáfora funciona mejor. Otra de las concomitancias entre ambos filmes consiste en que, de nuevo, el humor nace de la confrontación entre un entorno real reconocible y el mundo de la ficción. He de decir que “La joven del agua” es una de las películas más divertidas que he visto últimamente. Pero, claro, un autor como el que nos ocupa no se conforma con buscar autorreferencias, tiene que dar una nueva vuelta de tuerca narrativa. “La joven del agua” es la película más postmoderna y autoconsciente de Shyamalan; incluso, se reserva como actor un papel importantísimo dentro de la historia. Podemos decir que es a su cine lo que “Scream” es al cine de terror “teen” de Wes Craven. Habrá quien denuncie la egolatría que requiere la operación y no le faltará razón, pero creo que la diversión que proporciona, si entras en su juego, lo compensa. Por otro lado, también la inocencia del mensaje político está siendo criticada, pero qué se puede esperar de un simple cuento chino, ¿la solución para alcanzar la paz mundial? Sería absurdo.
No me gustaría terminar este comentario sin mencionar el espléndido trabajo tras la cámara de Christopher Doyle (director de fotografía habitual de Wong Kar Wai) y de James Newton Howard, con el que Shyamalan ha establecido uno de esos productivos tándems director-músico a la altura de los formados por Herrmann-Hitchcock, Williams-Spielberg o Elfman-Burton.
2 comentarios:
Demasiado cuento. Es decepcionante. Si no fuera por los actores...
Lo siento, pero para mi fue una basura
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