05 septiembre, 2006

LA "CAIDITA" DEL IMPERIO: "ALATRISTE" (AGUSTÍN DÍAZ YANES)




Y al fin llegó, ya está aquí, ya podemos hablar de ella con conocimiento de causa.

Obviaré detalles del tipo “es la película más cara de la historia del cine español” o “se han utilizado más de 10.000 extras y tropecientos trajes”. Es decir, aquellos que solo interesan a la gente que disfruta más con las estadísticas que con el cine, como es el caso de la gran mayoría de periodistas que en estos días han “informado” sobre el asunto.

Vayamos al grano. El arranque de la película es magnífico. Tras la típica voz en off (Juan Echanove, que luego interpreta a Quevedo) relatando sobre un mapa la situación del Imperio Español en aquel momento, fijándose especialmente en la “irreductible” Flandes, pasamos al memorable plano en el que aparece Alatriste entre la niebla andando sobre aguas pantanosas y sujetando con los brazos en alto el arcabuz (creo) y la mecha, que sopla de vez en cuando para que no se apague. Es una potente imagen que desde el principio dota de un halo mítico al personaje y a la vez sirve como contraste entre la historia oficial y el punto de vista realista que se propone afrontar la película. Vamos a contar la historia de esos soldados anónimos que no aparecen en los libros de texto, parecen querer decirnos.
A esa primera gran escena, le sucede una fase en la que la cosa decae bastante debido a que los acontecimientos son narrados de forma acelerada y yuxtapuesta, sin progresión dramática. Parece una sucesión de momentos Boris extraídos de las cinco novelas de la saga, aunque hay elementos que salvan la función, como la aparición de un espléndido Javier Cámara interpretando al Conde Duque de Olivares.

Eso sí, nunca cae en el desastre total que algunos se atrevieron a aventurar. De hecho, el sabor de boca que deja es bastante bueno porque, tras esa primera hora excesivamente atropellada a la que me refería antes, llegamos a una parte final mucho más centrada en la decadencia del imperio, que culmina en una magnífica escena que pone los pelos de punta gracias al precioso pasodoble compuesto por el imprescindible Roque Baños, así como a las afortunadas interpretaciones de Viggo Mortensen, Unax Ugalde y Eduard Fernández.

En cuanto a la realización, Díaz Yanes se muestra capaz de crear buenas imágenes, aunque a veces resulta molesto eso de copiar a los maestros de la pintura con planos excesivamente compuestos. Quizá, de lo que más adolece el filme es de pulso narrativo en las escenas de batalla, excesivamente planas a excepción de la final. El sonido es un aspecto que no parece bien cuidado y es muy importante para que ese tipo de escenas funcionen. En los duelos a espada, cuando el escenario es más reducido, “Tano” parece sentirse más a gusto. El famoso coreógrafo de esgrima Bob Anderson (“Star Wars”, “El señor de los anillos”) se ha mostrado especialmente orgulloso de estas escenas. Respecto a las secuencias más intimistas, creo que están excesivamente supeditadas a la inspiración de los actores y, por lo tanto, resultan irregulares. Demasiados planos de cabezas hablando, como diría el gran Hitchcock.

Un aspecto muy controvertido en su momento fue la elección de Viggo Mortensen como protagonista. Creo que sale bien parado gracias a su carisma y a su imponente presencia en pantalla, pero en el habla se nota el esfuerzo por controlar el acento, le falta fluidez.

3 comentarios:

Roski dijo...

Bueeeeno...no se. La veré esta semana pera entre usted y REFO me están quitando las ganas.

Aunque ayer en Dias de Cine la ponían muy bien...

Ya opinaré. Pero aunque sea buena o mala no me negará que es un proyecto que el cine español necesitaba.

Saludos

DECKARD dijo...

Hombre, yo no la pongo tan mal.

He tratado de ser equilibrado entre las virtudes y los defectos. No es una mala película, solo tiene el típico defecto que afecta a tantas adaptaciones literarias. En vez de buscar una historia que se pueda contar bien en dos horas han preferido resumir los cinco libros para no cabrear a los fans de las novelas.

Solo por el final merece la pena.

Anónimo dijo...

No solo por el final. Hora y media, hora y media.