


¿Cómo plantear el comentario de una película que se inspira en una serie de televisión mítica? Mi intención en esos casos siempre va por el camino de tratar de olvidar los antecedentes y no comparar una cosa con otra por aquello de que se trata de dos medios distintos, aunque no tanto. El cine y la televisión, cuando esta es buena, no tienen porque ser tan distintos.
En este caso, Michael Mann se ha empeñado en que “Corrupción en Miami”, la película, se parezca lo menos posible a “Corrupción en Miami”, la serie. La intención no parece ser otra que aprovechar el tirón comercial de la marca “Miami Vice”, para presentarnos algo que poco tiene que ver con aquella y que parece más cercano a las inquietudes actuales de Mann como cineasta. Así que olvídense del estupendo tema musical compuesto por Jan Hammer y sustitúyanlo por un lamentable machito-rock; olvídense (si es que es posible borrar esa imagen) de los trajes blancos de Sonny Crockett combinados con camisetas azules; olvídense de la elegancia y pulcritud de Ricardo Tubbs: pero, sobre todo, olvídense (no creo que nadie pueda) del absolutamente imprescindible Teniente Castillo. Esto último trataron de resolverlo recuperando para la ocasión al gran Edward James Olmos, pero no fue posible por incompatibilidad de fechas.
Una vez aceptado el planteamiento que nos hace Mann la pregunta es: ¿merece la pena tanto cambio? Es decir, ¿realmente consigue que olvidemos todo aquello a lo que me refería antes? La verdad es que no, ya que, junto a “Ali” (2001), “Corrupción en Miami” es la película más floja de este autor desde que iniciara un brillante periodo de madurez con “Heat” (1995), que por el momento ha culminado en sus dos mejores filmes hasta la fecha: “El dilema” (“The insider”, 1999) y “Collateral” (2004). Ni se nos ofrece un film de acción trepidante, las escenas de tiroteo palidecen ante el solo recuerdo de “Heat”, ni los personajes son lo suficientemente interesantes como para sostener la parte dramática, que es la que impregna la mayor parte del metraje. Por muchos litros de laca que le pongan a Colin Farell, no cuela que sea capaz de conquistar a una mujer tan sofisticada y exótica como la que interpreta con su calidez habitual la siempre estupenda Gong Li. Bueno, también puede ser que mi adoración por la protagonista de, entre otras, “Ju Dou” y “La linterna roja” (Zhang Yimou, 1990-1991), así como mi poco aprecio por el chulesco Farell, influyera en esa impresión. En todo caso, tampoco los personajes secundarios contribuyen a que la cosa mejore. Su presencia no pasa de lo testimonial, incluyendo a un soso Jaime Foxx y a nuestro Luis Tosar.
En este caso, Michael Mann se ha empeñado en que “Corrupción en Miami”, la película, se parezca lo menos posible a “Corrupción en Miami”, la serie. La intención no parece ser otra que aprovechar el tirón comercial de la marca “Miami Vice”, para presentarnos algo que poco tiene que ver con aquella y que parece más cercano a las inquietudes actuales de Mann como cineasta. Así que olvídense del estupendo tema musical compuesto por Jan Hammer y sustitúyanlo por un lamentable machito-rock; olvídense (si es que es posible borrar esa imagen) de los trajes blancos de Sonny Crockett combinados con camisetas azules; olvídense de la elegancia y pulcritud de Ricardo Tubbs: pero, sobre todo, olvídense (no creo que nadie pueda) del absolutamente imprescindible Teniente Castillo. Esto último trataron de resolverlo recuperando para la ocasión al gran Edward James Olmos, pero no fue posible por incompatibilidad de fechas.
Una vez aceptado el planteamiento que nos hace Mann la pregunta es: ¿merece la pena tanto cambio? Es decir, ¿realmente consigue que olvidemos todo aquello a lo que me refería antes? La verdad es que no, ya que, junto a “Ali” (2001), “Corrupción en Miami” es la película más floja de este autor desde que iniciara un brillante periodo de madurez con “Heat” (1995), que por el momento ha culminado en sus dos mejores filmes hasta la fecha: “El dilema” (“The insider”, 1999) y “Collateral” (2004). Ni se nos ofrece un film de acción trepidante, las escenas de tiroteo palidecen ante el solo recuerdo de “Heat”, ni los personajes son lo suficientemente interesantes como para sostener la parte dramática, que es la que impregna la mayor parte del metraje. Por muchos litros de laca que le pongan a Colin Farell, no cuela que sea capaz de conquistar a una mujer tan sofisticada y exótica como la que interpreta con su calidez habitual la siempre estupenda Gong Li. Bueno, también puede ser que mi adoración por la protagonista de, entre otras, “Ju Dou” y “La linterna roja” (Zhang Yimou, 1990-1991), así como mi poco aprecio por el chulesco Farell, influyera en esa impresión. En todo caso, tampoco los personajes secundarios contribuyen a que la cosa mejore. Su presencia no pasa de lo testimonial, incluyendo a un soso Jaime Foxx y a nuestro Luis Tosar.
Y encima ni siquiera salen los flamencos...
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