UNA FRESCA HISTÓRICA: "MARÍA ANTONIETA" (Sofia Coppola)

Al salir del cine, después de ver la tercera película como directora de Sofia Coppola, no pude evitar hacer la típica bromita en plan: “es la mejor película que he visto en el 2007” (evidentemente, era la primera que había visto y la única). Sin embargo, pensándolo bien, la broma puede acabar haciéndose realidad porque va a ser difícil superar la maestría con la que la directora más en forma del planeta (¿exagero?) ha afrontado su obra más ambiciosa. De momento, ya he tachado dos pelis de la lista de candidatas a superarla: “Flags of our fathers” y “Hollywoodland”.

Reconozco que, cuando me enteré de que Sofia Coppola se proponía llevar a la pantalla la vida de María Antonieta, me asaltaron todo tipo de dudas. ¿Cómo una directora cuyo estilo estaba tan ligado a la música y a la cultura Pop contemporánea iba a poder adentrarse en los encorsetados cánones del cine histórico? ¿Se trataba de una operación de prestigio de cara a una consagración definitiva en los Oscar? El alto presupuesto y el rodaje en el mismísimo Palacio de Versalles parecían confirmar mis sospechas. Sin embargo, las encontradas reacciones suscitadas en el último Festival de Cannes apuntaban hacia un filme más controvertido e interesante de lo que cabía esperar. Lo primero que constatamos al verlo es que la directora de “Las vírgenes suicidas” no ha renunciado en absoluto a sus idiosincrasias como autora. De hecho, nos encontramos ante el ejercicio de estilo más audaz y radical de su carrera. No digo nada nuevo, si afirmo que el cine de la realizadora ítaloamericana encuentra un fuerte arraigo en la adolescencia, que ella asocia a una época de cambio y experimentación que choca muchas veces con un mundo extremadamente cínico y conservador (ver “Las vírgenes suicidas”). Incluso, cuando el protagonista es un cincuentón algo amargado, como lo es el espléndido Bill Murray de “Lost in trnslation”, es alguien que conserva vivo ese espíritu y que lo va a recuperar durante unos días de la mano de un ángel llamado Scarlett Johanson. Esa temática ha sabido asociarla a un estilo visual muy ligado al mundo del videoclip y de la publicidad, en el que la música juvenil juega un papel fundamental. Esto es algo a lo que muchos críticos le tienen alergia, pero no es mi caso, quizá debido a la coincidencia generacional (ella 35, yo 33) o a que en su caso ha sabido digerir esas influencias con buen gusto, elegancia y un sentido impresionista de la puesta en escena. Lo que nadie le puede negar es la gran coherencia de su obra, que su nueva propuesta viene a confirmar.

En “María Antonieta” la directora renuncia al fresco histórico, aunque la ambientación resulta deslumbrante, en pos de su particular visión de un personaje por el que parece sentir fascinación y repulsa al mismo tiempo. Es decir, pone su visión personal por encima del rigor histórico. Alguien puede criticar la falta de puntos de vista que permitan hacerse una idea global de la situación en los años previos a la Revolución Francesa, que son los que retrata la película, pero a mí me parece uno de sus puntos fuertes. Lo siento, me interesa más ver un nuevo filme de Sofia Coppola que otra ambiciosa recreación de la historia. Así, a pesar de que no se escamotea en detalles de vestuario y decoración, nos encontramos en el fondo ante un pequeño filme de cámara en el que, a través de varias piezas impresionistas, se va describiendo la vida de la protagonista en la corte versallesca a finales del siglo XVIII. La realizadora se esfuerza por situar al personaje en su contexto para que comprendamos mejor su comportamiento. Vale, era una esnob y una frívola, pero qué otra cosa podía ser cuando durante toda su vida la habían mantenido entre algodones y le habían permitido satisfacer todos sus caprichos. Así, más que hacer una crítica fácil del personaje, al que se describe como una chica vivaracha con las inquietudes propias de su edad, lo que acaba mostrando el filme es el canto de cisne de una institución decadente, abocada a su desaparición. Asistimos a todo un muestrario de vestidos, zapatos (atención a ese plano casi subliminal en el que se cuelan unas Converse All Star) y pasteles, a los que parece ser que María Antonieta era muy aficionada en la realidad, dentro de un festival Rococó en el que imperan los tonos pastel. La directora asocia esa estética a una serie de grupos de Pop efervescente y a veces siniestro que, a principios de los 80’, fueron apodados como The New Romantics. Las canciones de New Order, The Cure, Siouxsie and the Banshees, Gang Of Four o de los revivalistas The Strokes inundan la banda sonora y la verdad es que, en contra de lo que pudiera esperarse, no resultan nada chirriantes; acompañan a las imágenes con total naturalidad, sirviendo a su vez de conexión emocional. No es algo original lo de utilizar música Pop en un filme de época, pero creo que aquí funciona mejor que nunca.

Mención aparte merece la maravillosa composición que hace Kirsten Dunst. Dentro de un filme que huye de la dramaturgia tradicional, hay muchos planos en los que la actriz se tiene que limitar a estar, carente de grandes referencias dramáticas, y ahí es muy complicado mantener el tipo. La antigua niña prodigio lo logra desplegando frescura, naturalidad y encanto a partes iguales, demostrando que tiene madera de verdadera estrella.