12 febrero, 2007

YO, YO MISMO Y A LO MÍO: A PROPÓSITO DE "THE PRESTIGE"

Hace unas semanas, al hacer la crítica de “The Prestige”, me negué a contar nada del argumento para evitar spoilers, pero creo que ya ha llegado el momento de adentrarse a fondo en el fascinante mundo que esta, digámoslo ya, obra maestra de Christopher Nolan nos propone.



¿Recuerdan un capítulo mítico de la serie “Alfred Hitchcok Presenta” en el que un doble acababa usurpando la personalidad y el modo de vida del aterrorizado protagonista sin que este pudiera hacer nada para evitarlo? A mí se me quedó grabado en la memoria y, aún hoy, constituye una de mis fobias favoritas. El tema del doble ha dado bastante juego en la historia del cine. Las bases las pusieron dos grandes autores literarios a través de dos obras maestras de la novela gótica victoriana: “Dr. Jeckill y Mr. Hyde” (Robert Louis Stevenson) y “El retrato de Dorian Gray” (Oscar Wilde). En el primer caso, se trata de un doble de carne y hueso, que es como una versión inmoral de su creador, y en el segundo de un doble pictórico que envejece y asume los pecados en lugar del retratado. Tanto una como la otra cuentan con versiones cinematográficas. De la segunda solo recuerdo una versión estupenda, muy fiel a la novela, de Albert Lewin y datada en 1945. La interpretación que hacía George Sanders del cínico, locuaz e ingeniosísimo Lord Henry es absolutamente memorable. De la obra de Stevenson he visto varias versiones, pero recuerdo especialmente dos: “El testamento del Doctor Cordelier” (versión libre del maestro Jean Renoir) y “Dr. Jekyll y Mr. Hyde” (versión muda de John S. Robertson con una legendaria composición del antepasado de Drew Barrymore, John Barrymore). Harold Ramis afrontó el tema de los dobles con tono de comedia doméstica en la notable, al menos para mí, “Multiplicity” (título traducido por un delincuente común como “Mis dobles, mi mujer y yo”), mientras los Farrelly Brothers hacían lo propio en la también estupenda, al menos para mí (again), “Yo, yo mismo e Irene” (en este caso tuvieron más suerte con el traductor que en “Kingpin”“Vaya par de idiotas”). Aprovecho para recomendarles, si no lo han leído ya, el post de Pequeñoibán sobre las peores traducciones de títulos de la historia. David Cronenberg nos ofreció una malsana lectura sobre la dualidad encarnada en dos hermanos gemelos a través de la magistral “Inseparables” y el último, de momento, en ofrecernos una interesante lectura sobre la utilización de dobles son Christopher Nolan y su hermano Jonathan.







Tenemos a los dos magos protagonistas que comparten la misma obsesión: ofrecer al público ese truco que les deje con la boca abierta y superar así a su adversario. Pero sus motivaciones son completamente distintas; mientras el adinerado Robert Angier (Hugh Jackman) emplea todo su tiempo y su dinero para vengarse del accidente que causó la muerte de su mujer, del cual responsabiliza a Alfred Borden (Christian Bale), éste último se rige por su propio talento y por el deseo de ascender en la escala social para poder darle una mejor vida a su mujer y a su hija. Estamos, por tanto, ante el talento natural y el sacrificio personal enfrentado al capitalista que compra el talento de los demás para utilizarlo en su propio beneficio. En este caso, esos talentos son el ingeniero Cutter (Michael Caine), que al averiguar sus intenciones acabará traicionándole, y el extraño inventor de aparatos eléctricos Nikola Tesla (David Bowie). Sin ellos, Robert Angier no sería nadie. El primero le proporciona los artilugios necesarios para empezar a ejercitarse como mago, pero, cuando eso no le parece suficiente, acudirá (llevado por la envidia y engañado por el diario de su adversario) a alguien que es capaz de proporcionarle una tecnología sobrehumana. Nikola Tesla (también se menciona paralelamente en el filme el enfrentamiento que este tuvo con su coetáneo Thomas A. Edison) fabricará para él una máquina que cree capaz de teletransportar objetos y personas, cuando en realidad los duplica a unos metros de distancia. Eso obligará a Angier a eliminar a su doble cada vez que hace uso de la endemoniada máquina, para lo cual utiliza un tanque de agua igual a aquel en el que se ahogó su mujer (paralelismo que también existe entre la muerte en la horca de Borden y la muerte de su mujer, que elige el mismo sistema para suicidarse). Sin embargo, en consonancia con ese talento natural del que antes hablaba, Borden tiene un doble natural, su hermano gemelo. No le hace falta recurrir a complejos artificios que van contra natura para engañar al espectador y por eso, a pesar de haber tenido un comportamiento moralmente punible en muchos sentidos, sus “pecados” nos parecen más redimibles. La resolución de la historia me parece, por tanto, de una lógica aplastante, más que una sorpresa para impresionar al espectador. Si la sorpresa hubiera sido el objetivo principal de Nolan, no habría puesto al espectador sobre la pista con una escena como esa en la que un niño llora por la muerte de un pajarito que el mago ha hecho desaparecer. Cuando Borden le muestra el pajarito reaparecido y vivo, el niño responde: “sí, pero ¿dónde está su hermano?”, ante lo cual Borden le dice a la madre: “tiene usted un hijo muy listo”. Nolan nos ayuda a completar el puzzle, pero nunca nos esconde las piezas ni nos cambia las normas que ha establecido desde la primera escena del filme, cuando Cutter nos cuenta las tres partes del proceso de un truco de magia. ¿Quiere eso decir que no nos engaña? Pues claro que nos engaña, pero es que la película trata sobre engañar al espectador con artificios inmorales o hacerlo usando las armas propias de un buen narrador o un buen prestidigitador.







El tema de la duplicación enlaza con el de la creación antinatural de vida humana. Como en el clásico mito de Prometeo, en el Gólem de la mitología centroeuropea y en el “Frankenstein” de Mary Shelly (la maravillosa película de James Whale “La novia de Frankenstein” es una de las causantes de mi cinefilia, no les digo más) aquel que osa desafiar las leyes divinas (de la naturaleza o de la ética para los ateos), buscando la gloria personal y haciendo un uso egoísta, recibirá su justo castigo por ello y su creación se volverá contra él. A su vez, las referencias al más moderno tema de la clonación y de la ingeniería genética son evidentes.


Antes hablaba de la traición de Cutter a Angier y es que ese es otro de los grandes temas del filme: traición vs. fidelidad. Borden se debate entre ser fiel a sí mismo y al sacrificado sistema de vida que ha elegido o serlo a su esposa y al personaje encarnado por Scarlett Johanson. Ésta última representa el punto de vista más moral sobre la historia, ya que acabará rechazando a ambos contendientes al descubrir que a los dos les mueve la misma insana obsesión, después de haber traicionado a Angier a favor de Borden.


Si hay un filme al que se parece “The Prestige”, es al magistral “La huella” (Joseph L. Mankievich), basado en la obra teatral homónima de Anthony Shaffer y del que en breve veremos una versión filmada por Kenneth Branagh con el mismo Michael Caine interpretando el papel que en su día hiciera Lawrence Olivier, y Jude Law haciendo el de Michael Caine (y esto no es una inocentada). Al igual que en aquel, nos encontramos con dos contendientes de distinto estrato social, que establecen un juego de humillaciones mutuas en el que el personaje de extracción más humilde sale triunfante, pero pagando un altísimo precio, su propia vida. Lawrence Olivier interpreta a un aristócrata obsesionado por todo tipo de juegos y de artilugios teatrales. Su propio jardín es un laberinto y colecciona autómatas, complicados juegos de mesa y teatrillos. En aquella película-obra de teatro se establecía el mismo paralelismo entre teatro, juego y engaño que en “The prestige” se establece entre el cine, la magia y otra vez el engaño, que conlleva la humillación del contrario. Un detalle interesante: Anthony Shaffer (autor también, por cierto, del guión de la magnífica “Frenesí” de Alfred Hitchcock, absurdamente colocada a veces entre lo peor de su director) tenía un hermano gemelo, Peter Shaffer, que es a su vez autor de la obra teatral “Amadeus”, en la cual se basó el filme homónimo de Milos Forman. No sería muy descabellado afirmar que esta obra contiene connotaciones sobre el enfrentamiento entre el talento natural (Mozart) y aquel que le envidia sabedor de que, a pesar de todos sus esfuerzos, nunca llegará componer una obra maestra digna de ser recordada (Salieri), que también están muy presentes en “The Prestige”. ¿Los hermanos Nolan son fans de los hermanos Shaffer o lo es el autor de la novela, Christopher Priest? Tendré que leer el libro para confirmarlo, pero probablemente lo sean todos ellos. En todo caso, no se trataría de unos fans serviles, sino de unos capaces de llevar las cosas a su propio terreno y de configurar un discurso personal de una enorme coherencia. La presencia de Michael Caine en el reparto podría ser un guiño a la película de Mankievihch, pero ahí ya entraríamos en el resbaladizo terreno de las especulaciones.

Por último, quería decir que “The Prestige” me parece una obra maestra del cine moderno. Un cine que ya no se conforma con contar una historia sencilla de forma lineal, sino que, de una forma amanerada y barroca, proporciona al espectador la experiencia de ver varias películas distintas integradas en una sola. No se trata solo de fusionar géneros y de introducir toda una serie de homenajes y guiños para regocijo de los cinéfilos, sino de algo mucho más ambicioso. Como en “Memento”, el primer visionado no es más que el punto de partida para adentrarse en el mundo que se nos propone y que podemos ir dilucidando en posteriores revisiones. Ya no podremos volver a verla como la primera vez, pero eso no significa que, una vez eliminado el factor sorpresa, carezca de interés, al contrario.

Bueno, creo que no me he dejado nada, solo espero no haberles aburrido demasiado con esta “pajera” reflexión (si es que lo han leído entero, que comprendería que no fuera así).

5 comentarios:

Roski dijo...

Yo añadiría como referencia a Edgar Allan Poe (el tema del doble es aquí recurrente)...

El Prestigio es una película sobre el cine como espectáculo.

Melies está muy presente.

No prentende engañar. Sería fácil hacer una película sobre la magia con una sorpresa final. Pero los hermanos Nolan quieren lograr el PRESTIGIO a través de la verdad, transparente y hermosa, de un engaño consentido. Nos dan todas las pistas y nos piden que nos sorprendamos con un final esperado. Y lo consiguen.

Sin embargo, disiento con usted sobre la dualidad Angier-Borden. Yo no me posiciono con ninguno. Hasta reconozco varias virtudes en Angier (la pasión, el respeto por Tesla, el amor por su mujer).

Incluso creo que los hermanos Nolan se ven reflejados (no sin cierta pedantería) en la figura de los dos magos. Borden tiene un talento natural y capacidad de sacrificio, pero Angier tiene sentido del espectáculo y amplitud de miras (vease Batman)

¿Una obra maestra? Quizás.

Saludos. Y perdone usted la perolata.

DECKARD dijo...

Roski: ¡Dios, qué rapidez en comentar! Como veo que en general estamos de acuerdo solo comentaré aquello en lo que disentimos un poco. A mí me parece que podemos llegar a entender el comportamiento de Angier, no es un malo maloso al uso, pero llega un momento en el que sobrepasa la línea de lo humanamente aceptable y eso le condena. Es consciente de que ya no hay vuelta atrás para la redención, pero decide seguir adelante aún a costa de su propia destrucción. Es un personaje trágico, sin duda.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Deckard, me quedo sin leer el artículo que me va a joder ud. la peli. Sólo una cosa respecto a articulejos anteriores, ya lo he dicho en el lugar correspondiente, pero lo repito ahora por si no lo ve: Doña Renée no da ninguna grima. Más bien da ataques pasionales incontrolados, en cualquier caso. Mire ud. que malo se ponía Hugh con sus bragas.. Y en cuanto a cierta foto publicada por ahí que ud dice algo así como "cuanto talento junto!", pues ya se habrá dado cuenta de que hay uno que desentona en dicha foto.
Un saludo.

DECKARD dijo...

Chewie: es la única persona que conozco a la que le pone Doña Renée, como usted la llama.

En cuanto a la foto, seguro que se refiere a Steven Spielberg, pero no pienso atender a su provocación. Aprovecho para anunciar un futuro post reivindicando "La guerra de los mundos", que sé que a usted le encanta.

Un saludo!

Anónimo dijo...

Como le mola que me molara "La Guerra de Los Mundos"... q es de las pocas que no son una palabra que no voy a pronunciar (no es nada descalificativo). Tb me molan "Munich" e "Inteligencia Artificial". "La Terminal" es un bonito telefilm que no me desagrada en absoluto y las demás, las diferentes versiones y remakes de "Los Goonies"(sí, ya se que esa no es suya) se las dejo para ud, que se las va a ir pillando más contento que unas castañuelas en los diferentes soportes que vayan saliendo... que nos han jodio bien...