
“La vida en rosa” es una de esas películas que quizá solo mueven al entusiasmo si eres un fan empedernido del artista cuya vida se narra. A mí me gustan unas cuantas canciones de Edith Piaf, pero no me considero fan. Sin embargo, para el aficionado al cine no carece tampoco de interés, ya que está plagada de buenas ideas de puesta en escena. El director y guionista parece consciente de los fallos y tópicos en los que suelen caer este tipo de historias y se dedica con saña a tratar de sortearlos con inteligencia y oficio. Por ejemplo, es un gran acierto romper la linealidad de la historia con continuos saltos temporales y grandes elipsis, ya que la hace menos previsible, algo fundamental cuando el espectador conoce más o menos todo lo que va a pasar. Además, consigue transmitir esa sensación de vida desordenada y repleta de claroscuros tan afín al personaje retratado y elude la mecánica estructura de ascenso y caída a favor de lo que se puede llamar un efecto sierra. Otra virtud que encuentro en el filme es el naturalismo con el que se muestran los bajos fondos parisinos en los que la protagonista se crió, donde predomina una vigorosa utilización de la cámara al hombro, en contraposición al preciosismo idealizado con el que aparece reflejado Nueva York, lugar en el que Edith Piaf pasó los momentos más apacibles y felices de su vida junto a su amante, el famoso boxeador francés Marcel Cerdan (Jean-Pierre Martins). Tras la muerte de éste en un trágico accidente de aviación (por cierto, narrada de una forma muy similar a la de Belén Rueda en “Los Serrano”, aunque utilizando un largo e inquietante plano secuencia), se inicia la etapa de decadencia y autodestrucción marcada por el consumo descontrolado de alcohol y drogas.

La última etapa de la vida de la cantante resulta especialmente conmovedora tanto por la buena composición de Marion Cotillard (admirable su transformación en la decrépita y arqueada cantante, aunque a veces da la sensación de que se recrean demasiado en el efecto que eso provoca en el espectador) como por una acertada puesta en escena en la que se ralentiza la cadencia de los planos y se atenúan los colores haciendo predominar los tonos azulados y grises. Habrá que tomar nota del nombre del director de fotografía de origen oriental, Tetsuo Nagata, ya que ese es uno de los aspectos más logrados del filme junto a la desigual interpretación de Marion Cotillard (a veces está sobreactuada, aunque eso se le perdona en parte porque el personaje real fue también excesivo, tanto que a su muerte a los 46 años de edad, parecía una anciana de 80) y un gran sentido del montaje sonoro y musical. Como defectos se pueden apuntar una duración excesiva (140 minutos), que hace que ciertas partes se tornen reiterativas, y un tramo final demasiado estirado a la búsqueda de la emotividad producida por la interpretación del temazo “Non, je ne regrette rien” en el mítico teatro Olympia de París, que cierra la película en lo más alto.
4 comentarios:
Que hay, Deckard? Como no he visto esta, te meto un rápido repasillo a los últimos engendros filmicos (¡¡¡que morro!!!). Del "género": "U-turn", se podrían hacer dos grandes grupos:
"el vacío y el U-turn tras U-turn" y
"el algo y el U-turn tras U-turn".
"Seduciendo a Bruce Willis" es, en mi opinión, del primer grupo.
Como ya pocas cosas nuevas hay en el panorama general, ver (o sea, volver a ver-de-nuevo) algo así empieza a producir en el cuerpo una sensación desesperante. Y la peña en la sala contentilla, pasando el ratejo entre U-turn y U-turn, eso sí, también entre tanto desierto de arena y tanta desolación de ideas, aportaciones, talento, opiniones geniales, reflexiones, etc, etc . Tan conscientes son de hacer siempre la misma peli, que aprovechan para hacer, como dice el chiste, lo siguiente: reproducción fiel del cuento de caperucita adaptándose deliberadamente al molde preestablecido para que al final caperucita se vaya al bosque a hacerse un dedo. Impresiona mucho a la peña... Y el equipo del engendro... deben sentirse geniales.
La de Lola Flores no la comentaste. Eres un snob.
También creo que si la actuación de Marion Cotillard es sobreactuada en ocasiones se debe al personaje que intenta emular (que no todas las grandes interpretaciones van a ser las más sobrias y minimalistas).
Un acierto eso de romper la linealidad de la historia, aunque la haga menos fácil y cómoda de seguir. Así como la fotografía... ¡Bueno! que una más que afortunada sorpresa esta película del (mediocre, hasta ahora) Dahan.
Y me parece espléndido, como ya sabes, ese plano-secuencia, así como esa canción final de "Non, je ne regrette rien".
Un abrazo !
Chewie: las mejores películas con giros inesperados son aquellas en las que los personajes y la historia están muy cuidados. Si los personajes te la sudan, los giros de su historia más. Los mediocres se concentran en los giros y se olviadan de los personajes y así no hay manera.
Cierto, soy un snob.
Cineahora: muy cierto lo que comentas. A veces nos pasamos hablando de sobriedad y todo eso, pero para interpretar cierto tipo de papeles es mejor un actor que no tenga miedo de tirarse a la piscina si hace falta.
Por cierto, pedazo de remasterización la que han hecho de ese gran tema. Suena como si lo hubieran grabado ayer y penetra hasta los huesos. Eso sí, de "La vida en rosa" me sigo quedando con la interpretación de Louis Armstrong. Ese solo de trompeta y ese ritmo jazzístico son absolutamente infecciosos.
Un abrazo!
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