
La islandesa sabe que si no provocas un Argh del Cuore no eres nadie.
Sí, Björk lo ha vuelto a conseguir. Tras el introspectivo “Medulla” y el excesivo experimentalismo, incluso para sus fans más acérrimos, de la banda sonora de “Drawing Restraint 9” que realizó para su marido, el artista Mathew Barney, la exvocalista de los Sugar Cubes ha vuelto por sus fueros y nos ha regalado (previo pago de su importe) otra de sus maravillosas filigranas de pop de vanguardia. Quizá por eso se presenta como si fuera un presente (valga la redundancia), envuelto en una caja de cartón precintada por una pegatina en la que la cantante aparece con un extravagante disfraz que es una especie de cruce entre Bigfoot, el payaso de Micolor y un Twister.

¡Uh!
Recupera, por tanto, el colorismo de su segundo álbum en solitario, “Post”, no solo en la estética, también en la música. Esa es la sensación que invade al oyente en la primera escucha, que recomiendo hacer con cascos para apreciar la gran riqueza de detalles. La música estalla en los oídos como lo hace ante la vista un cuadro de Van Gogh. Es un disco más de sonidos que de canciones con intención de sonar como singles en los Cuarenta Subnormales. Sonidos como los de la kora de Toumaní Diabaté, que pone los pelos de punta en el corte 8, titulado “Hope”, unido a una base rítmica que combina lo tribal con la electrónica. Esto último constituye una de las pautas constantes del disco y uno de sus mayores puntos de interés. También me gustaría llamar la atención sobre unos arreglos de viento en plan Big Band que dotan de una majestuosidad especial a algunos temas. Es algo ya ensayado antes por la autora de “Selma songs” y se nota que ha adquirido una gran maestría en ello.

¿Sex-symbol alternativa? Uhmm.
Aparte de la colaboración del gran músico maliense, compañero inseparable del recientemente fallecido Ali Farka Touré y colaborador de Ketama en su obra maestra “Songhai” (1988), la islandesa vuelve a demostrar su enorme olfato para escoger compañeros de fatigas. Tiene dos duetos junto a Antony (sin los Johnsons), intérprete capaz de ponerte la piel de gallina con solo abrir la boca... y cuando canta ya es la hostia. El corte tres, “The dull flame of desire”, es un clásico instantáneo. También, en su deseo de mantenerse en la onda de lo que se lleva en el Pop comercial de calidad, ha contado con Timbaland (colaborador habitual de Beyoncé, Justin Timberlake, Britney Spears o Christina Aguilera) como productor de algunos de los temas más contundentes. El primer single, “Earth intruders”, es una buena muestra de ello. Ahora solo nos queda esperar a su actuación en la Plaza de Las Ventas de Madrid para confirmar las buenas vibraciones.
3 comentarios:
Me gusta mucho la música de Bjork y he podido escuchar el disco que suena muy pero muy bien, es verdad que recupera algo que había perdido. Saludos!
Y cuando termines con el disco me gustaría escucharme a mi misma.
Budokan, yo creo que se había vuelto demasiado introvertida, pero ha recuperado el instinto de diva Pop.
Selma, el disco está en casa esperándote, guapa. Hoy me ha dado por el "Frank's wild years" de Tom Waits.
Saludos!
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