

Esto empieza a evidenciarse ya en “The dark side of the moon”, pero aquel disco aún tenía algunos temas que lo salvaban del sopor y que todavía hoy impresionan. No ocurre así con discos posteriores de Pink Floyd, de los que solo se salva algún tema suelto como “Wish you were here” o “Another brick in the wall”. Sin embargo, si algo queda claro al volver a escuchar “Sgt. Pepper...” o “Pet sounds” es que lo más importante son las canciones. Sí, hay una clara intención de exprimir las posibilidades de los instrumentos y de la grabación en estudio, pero sin perder de vista que eso tiene que aportar algo a la canción que contribuya a dotarla de personalidad propia. Así, en el disco de los de Liverpool cada tema suena totalmente distinto al anterior pero eso no impide que se trate de un disco tremendamente compacto, lo cual dice mucho sobre la solidez del concepto de partida, que no es otro que romper los límites de lo que se consideraba una banda de pop al uso. Demuestra que el estilo está más allá de las fórmulas, es algo que se tiene o no se tiene y que no se puede conseguir solo experimentando en la mesa de mezclas. Hay muchos sonidos nuevos, pero todos ellos están indeleblemente unidos a las canciones, que conservan la personalidad de sus autores. Lo mismo ocurre en “Pet sounds”, cuya influencia reconoce con humildad Paul McCartney y hace sentirse halagado a Brian Wilson, un álbum sin duda ambicioso pero no tan innovador como el de los Fab Four. Eso no quiere decir nada porque, como decía, una vez pasado el impacto inicial lo que quedan son las canciones y, en contra de lo que ha dicho un idiota llamado Luke Pritchard (The Kooks), en ese disco no sobresale solo “God only knows” (tema que justificaría por si solo todo el álbum y por el que cualquier compositor mataría), sino que también merece la pena por otras cumbres de la música popular como “Wouldn’t it be nice”, “Here today” (qué placer escuchar esa ráfaga en la que el órgano va marcando el ritmo mientras el bajo traza la melodía. “¡What a sound!”, que diría Brian Wilson) o “Caroline, no”, por poner otros tres ejemplos de un disco que se escucha de principio a fin con verdadera deleitación.

Parece que algunos de los nuevos cachorros del pop británico no han heredado solo las formas musicales del punk y la nueva ola ochentera, sino también sus consignas. Parecen haber renunciado por completo a la originalidad y encima se permiten el lujo de criticar sin fundamento a quienes sí fueron verdaderos pioneros. No parece más que una triste forma de justificarse.
2 comentarios:
De acuerdo con usted.
Ya que aprecia tanto (y yo también) el Sgt Pepper, le recomiendo que NUNCA vea la peli homenaje que le hicieron en 1977 (Bee Gees y Peter Framtom)... NUNCA.
http://www.imdb.com/title/tt0078239/
Y en lo que si tiene razón el capullo de Luke Pritchard es que la portada de PET SOUND es fea con ganas.
Saludos
Eso es una recomendación negativa, no vale. Al decirme que NUNCA la vea me entran más ganas de verla. Tiene pinta de ser un monumento kitsch. No falta ni José Feliciano.
Por cierto, me gusta mucho la versión de "Got to get you into my life" de Earth Wind & Fire. No sabía que la habían hecho para esa película. También conocía la versión de "Come together" de Aerosmith, que me parece demasiado blandita.
Un saludo!
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