11 julio, 2007

¿SGT. PEPPER DEBE MORIR?

Cuando se celebra el 40 aniversario de la publicación de “Sgt. Pepper’s lonely hearts club band”, vuelven a surgir voces que proclaman que se trata de un álbum sobrevalorado y excesivamente mitificado. La guinda la ha puesto un artículo del diario británico “The Guardian” en el que varios músicos se dedican a revisar con espíritu desmitificador algunos de los álbumes de rock más míticos de la historia. La lista incluye, aparte de la obra maestra de The Beatles, otras joyas como “Pet sounds” (The Beach Boys) o “The dark side of the moon” (Pink Floyd) entre los clásicos y “Nevermind” (Nirvana) o “Is this it” (The Strokes) entre los más modernos. Es fácil desmitificar los dos últimos porque, aunque me parecen muy buenos, tampoco creo que fueran míticos salvo para los fans de esos grupos. Sin embargo, alrededor de los tres primeros sí que existe un halo de leyenda consensuada por crítica y público a lo largo de varias generaciones. Es cierto que esos álbumes abrieron las puertas a un rock progresivo que dio como resultado alguno de los discos de rock más coñazo de la historia, pero es injusto culpar a los pioneros de las influencias mal asumidas por sus seguidores. “Benditos sean tus seguidores porque de ellos serán tus defectos”, se suele decir con gran acierto. Vale que escuchar temas de 20 minutos de grupos como Camel, Yes y Genesis o de solistas como Santana y Mike Oldfield puede ser un auténtico suplicio, pero eso no tiene nada que ver con lo que hacían The Beatles o The Beach Boys. El error de fondo del rock progresivo o experimental fue centrarse en la exhibición de virtuosismo instrumental y técnico sin tener unas canciones que soportoran semejante extensión. Una vez que la técnica ha quedado desfasada, queda en evidencia el vacío conceptual de aquel sonido repetitivo hasta la extenuación.





Esto empieza a evidenciarse ya en “The dark side of the moon”, pero aquel disco aún tenía algunos temas que lo salvaban del sopor y que todavía hoy impresionan. No ocurre así con discos posteriores de Pink Floyd, de los que solo se salva algún tema suelto como “Wish you were here” o “Another brick in the wall”. Sin embargo, si algo queda claro al volver a escuchar “Sgt. Pepper...” o “Pet sounds” es que lo más importante son las canciones. Sí, hay una clara intención de exprimir las posibilidades de los instrumentos y de la grabación en estudio, pero sin perder de vista que eso tiene que aportar algo a la canción que contribuya a dotarla de personalidad propia. Así, en el disco de los de Liverpool cada tema suena totalmente distinto al anterior pero eso no impide que se trate de un disco tremendamente compacto, lo cual dice mucho sobre la solidez del concepto de partida, que no es otro que romper los límites de lo que se consideraba una banda de pop al uso. Demuestra que el estilo está más allá de las fórmulas, es algo que se tiene o no se tiene y que no se puede conseguir solo experimentando en la mesa de mezclas. Hay muchos sonidos nuevos, pero todos ellos están indeleblemente unidos a las canciones, que conservan la personalidad de sus autores. Lo mismo ocurre en “Pet sounds”, cuya influencia reconoce con humildad Paul McCartney y hace sentirse halagado a Brian Wilson, un álbum sin duda ambicioso pero no tan innovador como el de los Fab Four. Eso no quiere decir nada porque, como decía, una vez pasado el impacto inicial lo que quedan son las canciones y, en contra de lo que ha dicho un idiota llamado Luke Pritchard (The Kooks), en ese disco no sobresale solo “God only knows” (tema que justificaría por si solo todo el álbum y por el que cualquier compositor mataría), sino que también merece la pena por otras cumbres de la música popular como “Wouldn’t it be nice”, “Here today” (qué placer escuchar esa ráfaga en la que el órgano va marcando el ritmo mientras el bajo traza la melodía. “¡What a sound!”, que diría Brian Wilson) o “Caroline, no”, por poner otros tres ejemplos de un disco que se escucha de principio a fin con verdadera deleitación.



Parece que algunos de los nuevos cachorros del pop británico no han heredado solo las formas musicales del punk y la nueva ola ochentera, sino también sus consignas. Parecen haber renunciado por completo a la originalidad y encima se permiten el lujo de criticar sin fundamento a quienes sí fueron verdaderos pioneros. No parece más que una triste forma de justificarse.

2 comentarios:

Roski dijo...

De acuerdo con usted.

Ya que aprecia tanto (y yo también) el Sgt Pepper, le recomiendo que NUNCA vea la peli homenaje que le hicieron en 1977 (Bee Gees y Peter Framtom)... NUNCA.

http://www.imdb.com/title/tt0078239/

Y en lo que si tiene razón el capullo de Luke Pritchard es que la portada de PET SOUND es fea con ganas.

Saludos

DECKARD dijo...

Eso es una recomendación negativa, no vale. Al decirme que NUNCA la vea me entran más ganas de verla. Tiene pinta de ser un monumento kitsch. No falta ni José Feliciano.

Por cierto, me gusta mucho la versión de "Got to get you into my life" de Earth Wind & Fire. No sabía que la habían hecho para esa película. También conocía la versión de "Come together" de Aerosmith, que me parece demasiado blandita.

Un saludo!