25 agosto, 2008

FINALES AL ESTILO CHINO; O SEA, AGRIDULCES

Hay expresiones que, de tan manidas, acaban perdiendo el significado para el que fueron creadas. Ayer, la selección Española de baloncesto volvió a recordarnos qué significa ser el "vencedor moral".

Perdimos, pero la sensación de orgullo ante esa lección de entrega y de juego en equipo que nos dieron los chicos de oro del baloncesto español quedará para siempre en los anales. Al poco de terminar el partido, tuve la impresión de que no era la primera vez que sentía esa sensación de orgullo ante la derrota y empecé a recordar que algunas de mis películas favoritas poseen finales similares. No sé si esto servirá de consuelo a alguien, pero creo que, si lo pensamos bien, la final de ayer parecía diseñada por un gran guionista. Seguro que queda grabada en nuestra memoria con mucha más fuerza que la final del mundial que ganamos fácilmente ante Grecia.

Así que, sin más, les dejo con las primeras películas que me vinieron al caletre mientras me sumergía en estas profundas reflexiones.

1. El hombre que pudo reinar (John Huston)

2. El tesoro de Sierra Madre (John Huston)

3. Dr. Zhivago (David Lean)

4. La hija de Ryan (David Lean)

5. Los siete samuráis (Akira Kurosawa)

6. Grupo salvaje (Sam Peckimpah)

7. Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg)

8. La gran evasión (John Sturges)

9. El hombre que mató a Liberty Balance (John Ford)

Y, por supuesto:

10. Casablanca (Michael Curtiz)




Las dos primeras posiciones de la lista merecían ser ocupadas por John Huston, despótico cineasta que anteponía su sentido de la aventura a las responsabilidades propias de su profesión. Cuando podía combinar ambas cosas, surgían obras maestras como las dos que he elegido entre mis favoritas. Para Huston lo importante no es la recompensa final, sino la aventura en sí misma, de ahí la risa irónica de los antihéroes ante la adversidad.



David Lean es otro de los grandes en lo que a finales agridulces se refiere. Su especialidad eran las historias de amor efímeras. Con Breve encuentro sentó cátedra y con Dr. Zhivago y La hija de Ryan, que recientemente he tenido la oportunidad de admirar en pantalla grande gracias a la Filmoteca, alcanzó unas cotas de maestría difícilmente superables. Si el adjetivo sublime no existiera, habría que inventarlo para referirse a la obra de este gran cineasta no siempre lo suficientemente valorado por culpa de haber centrado gran parte de su obra en la realización de superproducciones y en la adaptación de importantes obras literarias.


Pocas películas habrá en la historia del cine que hayan dado lugar a versiones tan diversas como Los siete samuráis. Veamos, primero está la adaptación al western conocida por todos, Los siete magníficos (John Sturges), luego tenemos la versión infantil más o menos reconocida, Bichos (John Lasseter-Andrew Stanton), y por último está esa mezcla entre homenaje y robo descarado que es Salvar al soldado Ryan, que también tiene elementos que la emparentan con otra de las películas que forman parte de esta lista, Grupo salvaje. Todas ellas estupendas, aunque, si tengo que elegir, me quedo con la última. Salvo en la versión infantil, el final siempre es el mismo: un grupo de siete hombres se autoinmolan en una misión suicida contra un enemigo superior en fuerza, pero no en ideales y en habilidad. En Bichos no son hombres, sino bichos (valga la perogrullada), y, si no recuerdo mal, ninguno moría.



Y ya que hablamos de inmolación, volvamos a la obra maestra de Sam Peckimpah. Pero los protagonistas de Grupo salvaje son más bien cínicos, solo buscan un final a la altura de su leyenda porque, aunque no sean buenos tipos ni atiendan a altos ideales, tienen sus principios y no va a ser un vulgar cacique mexicano el que los pisotee, ¡faltaría más! Al final mueren todos, pero la arman, ¡vaya si la arman!



En La gran evasión unos pocos personajes consiguen escapar del campo de reclusión, pero a quien siempre recordaremos con un cariño especial es a ese héroe alérgico al desaliento maravillosamente compuesto por el gran Steve McQueen. Una pelota, una pared y una moto fue todo lo que este tipo necesitó para moldear a todo un icono del cine de aventuras bélicas, eso es un actor.

“Si tienes que elegir entre la realidad y la leyenda, imprime la leyenda”. Es una de las frases más famosas de la historia del cine y en ella se esconde todo el sentido de lo que fue el western clásico y de lo que más tarde se llamaría western crepuscular. Seguro que los hermanos Nolan tuvieron muy en cuenta El hombre que mató a Liberty Balance al confeccionar el guión de El caballero oscuro, aunque fuera de forma subconsciente, porque todo ese discurso acerca del héroe solitario y secreto estaba ya en la obra maestra de John Ford. Al final el verdadero héroe no llega a recibir el reconocimiento que se merece, pero precisamente en esa renuncia radica su mayor heroísmo.




Y qué decir de ese mítico final de Casablanca… pues eso, que siempre nos quedará Japón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, completamente de acuerdo, el Hombre que pudo reinar es toda una botella de salsa agridulce. Dios!! Aún me acuerdo de esa sensación al verla por primera vez.

Felicidades por el post.

Fernando, el de Rubén.

DECKARD dijo...

Gracias, Fernando, a ver si coincidimos otro día por ahí.

Un saludo!