30 mayo, 2010

EL INEVITABLE POST DE LOST




Digámoslo ya, no me ha gustado el final de Lost, pero no porque hayan quedado sin solución algunas de las incógnitas planteadas a lo largo de estas seis temporadas como dicen muchos, sino porque, en mi opinión, han traicionado el espíritu de la serie.

Veamos, a mí no me molestaba que todo fuera una gran tomadura de pelo. Desde las primeras temporadas se veía que los guionistas jugaban con el espectador a su antojo, eso era lo que tanto molestaba a sus detractores. Pero había algo en la serie creada por J.J. Abrams que, aún siendo conscientes de que estaban jugando con nosotros, nos mantenía enganchados, y no me refiero al misterio de la isla y los numeritos de marras. Bueno, quizá al principio sí, pero llegó un momento en el que todo era tan delirante que eso fue perdiendo importancia. Me estoy refiriendo, más bien, al sentido del humor, a la complicidad entre creadores, personajes y espectadores. Lost era pura pulp fiction, pura serie b de ciencia ficción y aventuras consciente de serlo, plagada de referencias a “Regreso al futuro”, “La guerra de las galaxias” y los cómics de superhéroes. ¿Por qué traicionar ese espíritu ofreciendo un final forzadamente épico, sentimentaloide y con una carga de mística new age que parece una mezcla hedionda de “Entre fantasmas” y “Ghost”?

Es un final que aboga por los bajos instintos sentimentales del espectador en vez de hacerlo por una resolución coherente con lo visto hasta la quinta temporada. El supuesto final sorpresa (para mí fue una sorpresa porque no esperaba un final tan previsible) lo único que revela es que seguramente los guionistas sabían el final desde el principio y se han esforzado en demostrarlo. Pues vale, ya ves tú, es como reconocer que toda esa aparente complejidad argumental plagada de personajes contradictorios, constantes cambios de punto de vista, saltos temporales, incertidumbre y ambigüedad no era más que la sempiterna lucha entre las fuerzas del bien y del mal con el paraíso como destino de los bienaventurados.

Dado lo visto hasta ahora, creo que solo había dos buenas formas de acabar Lost: con un final sorpresa que obligara a replantearse toda la serie desde una nueva y enriquecedora perspectiva (algo que han venido practicando con buena fortuna los dos grandes autores de cine fantástico de lo que llevamos de siglo: M. Night Shyamalan y Christopher Nolan) o con un final que hubiera dejado más incertidumbre todavía en el espectador, subrayando y asumiendo el carácter de tomadura de pelo monumental y consentida que en el fondo es Lost, con dos cojones. Pero Carlton Cuse y Damon Lindelof han optado por la solución más acomodaticia: reunir a todos los personajes que han podido y dar una respuesta global que dé sentido a todo lo sucedido, cuando el sentido de la Lost era, precisamente, el sinsentido. Paradójicamente, como suele suceder en estos casos, no han contentado a casi nadie.

De todas formas, esos pésimos capítulos explicativos dedicados a Richard, primero, o a Jacob y su hermano, después, hacían temer lo peor. Pero uno albergaba en su corazoncito lostie la esperanza de una última vuelta de tuerca, un último giro argumental, que, finalmente, no llegó.

Tampoco soy de esos que creen haber estado perdiendo el tiempo todos estos años. Prefiero quedarme con un montón de momentos de diversión, tanto viendo la serie como comentándola con los amigos o leyendo todo tipo de teorías por internet. A pesar de su decepcionante final, Lost seguirá destacando por su ambicioso concepto de narración serializada, que ya forma parte de la historia de la televisión y del inconsciente colectivo. Incluso ese patético final ha dado lugar a uno de los youtubes más divertidos que he visto en mi vida, así que ¿qué coño?: ¡VIVA LOST Y VIVA LA GENTE QUE SE CURRA VÍDEOS COMO ÉSTE!


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