


Aunque en un principio pudiera parecer un programa doble algo duro para un sábado por la tarde, resultó ser una de las tardes de cine más agradables que he pasado últimamente.
"Vivre sa vie. (Película en doce cuadros)" es el tercer film de Godard como director. No puedo decir que sea un gran experto en el realizador francés ni mucho menos, ya que antes solo había visto de él "Al final de la escapada" (1959) y no había despertado en mí un gran entusiasmo, quizá debido a la enorme carga de mito que cubre este film. La temática de ambas películas es muy similar, ya que las dos buscan su excusa argumental en el mundo del lumpen parisino y homenajean sin tapujos a los clásicos de la serie B, de los que Godard es un declarado incondicional. En cuanto a la realización creo que se puede hablar de una evolución hacia un estilo más elaborado y a la vez minimalista. Desde los primeros planos asistimos a un "documental" sobre el rostro, el cabello corto o la nuca de la bella Anna Karina al igual que ocurría en "Al final de la escapada" con Jean Seberg. Lo que cambia es que en esta ocasión la elaboración de los planos resulta más sofisticada. Si no recuerdo mal, en ningún momento se recurre a efectos de cinema verité como la utilización de la cámara al hombro o la improvisación de escenas rodadas en plena calle. Todo parece estudiado al milímetro, como si se tratara de un cuadro, tal como sugiere el subtítulo del film. Son como pequeñas piezas, cada una de ellas rodada de forma diferente, pero que encajan plenamente en el conjunto gracias a la presencia constante de la misma actriz y a la linealidad de la historia. Digamos que hay un esfuerzo por componer cada escena en función de lo que se cuenta en ella y el espacio en el que transcurre, a la vez que se huye de las convenciones utilizando el menor número de planos posible y renunciando al clásico juego del plano-contraplano; todo lo cual resulta de lo más sugerente, un festín para el cinéfilo a la caza de algo nuevo que llevarse a los ojos. Cine en estado puro, que es a la vez documento de una época y modernidad inmarchitable con momentos memorables por su espacial encanto como aquel en el que la protagonista se levanta para medirse utilizando la palma de su mano digno de un musical de Stanley Donen o Vincente Minnelli. Prometo seguirle la pista con más atención al señor Godard a partir de ahora.
"Grizzly man" es la primera película que veo de Werner Herzog, pecado que espero purgar en breve con el visionado de tres de sus films más conocidos: "Nosferatu: Vampiro de la noche" (1979), "El enigma de Gaspar Hauser" (1974) y "Aguirre, la colera de Dios" (1972), que tengo en casa esperando desde hace tiempo. En la película que nos ocupa Herzog se ha encontrado con un material documental y humano increíble al que ha sabido sacarle todo el jugo. Mucho se ha hablado y escrito en torno a la controversia sobre si se trata de un verdadero o un falso documental realizado con actores interpretando los papeles de los personajes reales. De lo que no cabe ninguna duda es de que Timothy Treadwell, un aspirante a actor venido a menos que encontró un objetivo a su vida cuidando de unos osos pardos en su medio salvaje, existió en la realidad y que murió junto a su novia devorado por esos mismos animales. Sin embargo, las dudas sobre la veracidad de lo que se está viendo asaltan incluso al espectador más avisado debido a la extravagancia no solo de los hechos narrados y de su protagonista; sino también de muchos de los personajes cercanos a él que comparecen para hablar de su amigo, hijo, ex-novio, etc. Por ejemplo, vemos al padre, un tipo un poco lento, narrando como le paró los pies a su hijo cuando pretendía plantar marihuana en su casa o como el hecho de quedar segundo en el casting de "Cheers" por detrás de Woody Harrelson le sumió en una profunda depresión. La madre aparece al lado abrazada al "oso de peluche favorito de Treadwell cuando era niño". Más tarde vemos al mismo Treadwell, ya mayor, al lado de ese mismo oso dentro de la tienda de campaña que le sirve como refugio en sus visitas al terreno de los osos pardos. ¿Cómo no pensar que se trata de un detalle introducido intencionadamente para crear un gag de lo más macabro? También resulta extraño y bastante divertido el entusiasmo que pone el forense a la hora de narrar la forma en la que nuestro hombre fue devorado por los osos. No faltan los alegatos en favor de la obra de Treadwell por parte de grupos ecologistas encabezados por hippies trasnochados , que parecen haber encontrado cierta trascendencia en el comportamiento de éste, emparentándolo con una especie de epifanía religiosa. Efectivamente, tal como narra él mismo en una de sus grabaciones, el encuentro con los osos hizo que dejara el alcohol y que emprendiera una obra que él veía como fundamental para el mantenimiento de la especie, pero que era vista como inútil e innecesaria por los verdaderos expertos en el tema. Estamos, por tanto, ante un fascinante juego de espejos en el que se ponen de manifiesto los delicados límites que separan la realidad de la ficción. El protagonista, con una visión disneyana de la naturaleza, proyecta su sueño sobre la realidad encontrando así una salida al agujero en el que se ha convertido su vida. Finalmente, la cruel realidad acaba devorándolo. Una magnífica metáfora, que podría haber dado para una gran historia de ficción, pero que resulta aún más rica por el hecho de ser absolutamente real y de poder asistir a las, por otra parte, espléndidas filmaciones documentales de nuestro héroe. Herzog se comporta como un gran observador, extrayendo de la historia tanto lo que tiene de relato de la américa profundamente friky como de reflexión sobre la locura o, lo que es la mismo, la pérdida de la noción de realidad. Y va aún más allá al establecer la relación entre esto último y el cine. Desde luego, una de las grandes películas de este año y uno de los mejores documentales que uno recuerda.
3 comentarios:
Godard es un pedante horrible. Su cine es desfasado y aburrido. Hizo unas cuantas películas divertidas en los 60' (cuando se pensaba maoista), pero riñó con Truffaut (este sí, imprescindible) por cuestiones de dinero. Como teórico de cine casi es tan malo como dirigiendo.
A parte de esto, "VIVIR SU VIDA" es una de las cinco mejores películas francesas de la Historia.
Saludos.
Vale, vale. No puedo contradecir su opinión porque, como dije, desconozco la mayor parte de la obra de Godard. También me refiero a la realizada como crítico e historiador de cine. Me alegra, eso sí, que coincidamos en cuanto a "Vivir su vida".
Sin embargo, sí he visto gran parte de la obra de Truffaut y estoy de acuerdo con usted. Lo que más me gusta de él es como rompe los límites de la narración introduciendo detalles muy personales, de forma que es casi imprescindible que te guste la persona para apreciar al cineasta. Algo similar ocurre con Woody Allen, por ejemplo. Es lo bueno y a la vez lo malo del cine de autor.
Un saludo.
Je je. No se disculpe. Es que a veces me sale la vena Ultra Sur (y eso que no soy del Madrid).
Muchas veces se ha visto la rivalidad Godard/Truffaut como una translación al espacio fílmico de la rivalidad Rolling/Beatles. Incluso Godard realizó una mamarachada sobre Jagger y compañía (mamarachada pero con imagenes muy interesantes). Lástima que esté muy olvidada [su rivalidad] porque incluía discusiones cinematográficas al más alto nivel.
Saludos (another time).
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