19 agosto, 2009

PREMIOS Y HOMENAJES: LA ETERNA POLÉMICA

Sylvester Stallone protagonizando una campaña simultánea contra el uso y abuso de anabolizantes y vótox.




A raíz del homenaje que Silvester Stallone recibirá en la próxima Mostra de Venecia en reconocimiento a toda su carrera, se me ha ocurrido que era una buena ocasión para compartir con el mundo algunas ideas acerca de los premios cinematográficos.

Nunca he sido de esos cinéfilos altaneros que miran los premios por encima del hombro. Asumo que el cine tiene una parte comercial a la que no puede ni debe renunciar y tanto los Festivales Internacionales como los premios que entregan las diversas academias cinematográficas, con los Oscar de Hollywood a la cabeza, es cierto que explotan el aspecto más populista del séptimo arte, pero creo que cumplen una labor sociológica necesaria para que el arte más popular del Siglo XX, junto a la música, siga manteniendo ese estatus en el Siglo XXI. Dicho de otra manera, no soy de esos elitistas a los que les avergüenza que su forma de expresión artística favorita sea, a su vez, un expectáculo de masas; sino que me alegro por ello, ya que eso garantiza su vitalidad durante muchos años.

En definitiva, soy un poco como Tarantino (evidentemente, salvando las distancias): me gusta tanto el cine que disfruto de todos sus aspectos, incluyendo los más frívolos. Cuando le veo sobre la alfombra roja de Cannes pasándoselo tan bien, pienso: “este tío sí que sabe”.





¡Tarantinooorrrrrllllllllllllll!


Eso implica, por supuesto, que me alegre como un niño en día de Reyes cuando premian a alguien que me gusta y que me agarre algunos cabreos totalmente irracionales cuando, sin embargo, los galardones reconocen el trabajo de alguien que considero un cáncer para el arte cinematográfico. Todo ello forma parte de la diversión y, total, dentro de 40 años, presa del Alzheimer, ya habré olvidado que Titanic ganó en los Oscar a L.A Confidential.

Por otro lado, no soporto a esa gente que siempre reniega de las entregas de premios y que, de repente, cuando el homenajeado es alguien al que admiran sienten que, al fin, se ha hecho justicia. Un poquito de coherencia, por favor. Los premios no están para hacer justicia nunca.

De hecho, que al grupo de gente que ha de decidir el palmarés en los festivales se le llame jurado es un grave error, ya que es imposible impartir justicia cuando no existe un canon de calidad preestablecido. Cada obra debe ser juzgada en su contexto y, por eso quizá, en el marco de un festival lo más justo sea premiar a obras que no destaquen solo por su calidad, sino también por las pocas posibilidades que tengan de llegar al gran público. Lo malo es que muchas veces se mira más esto último que lo primero. Es decir, se premia más la cinematografía pequeña y exótica que la calidad intrínseca del producto. Se cree que los premios dotarán de prestigio a esa cinematografía, pero se parte de una premisa que considero totalmente falsa.

Normalmente, la gente piensa que los premios están para darle prestigio a aquel que los recibe, pero yo creo justo lo contrario: son los premiados los que le dan pretigio a los premios. ¿Por qué creo que los Oscar siguen manteniendo su prestigio? ¿Por ser el galardón más importante que puede recibir un cineasta? Pues claro que no, es porque de vez en cuando premian a gente como Martin Scorsese, los hermanos Coen, Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Woody Allen, Clint Eastwood, Michael Caine, Sean Connery, Burt Bacharach, The Beatles… y un larguísimo etcétera de cineastas, guionistas, actores, músicos y técnicos de enorme talento. También es verdad que más a menudo de lo que uno desearía se cuela algún indeseable entre tan destacado grupo (llámese James Cameron o Roberto Benigni), pero eso forma parte de su gracia. Lo que decía antes: los premios no están para impartir justicia, aunque un poco de sentido común no vendría mal a veces.

Los Oscar tardaron años en recuperar su prestigio después de esto y cuando lo habían conseguido llegó Slumdog Millionaire.




Siguiendo la misma regla de tres, cualquier ceremonia de entrega de premios caerá en el desprestigio si, sistemáticamente, se dedica a repartir estatuillas teniendo más en cuenta el carácter exótico del producto que su calidad real, como le ocurre al Festival de San Sebastián o como ocurrió hace unos años con la moda del cine iraní encabezada por el hoy casi olvidado Abbas Kiarostami. Pero peor aún son esas ceremonias infectas, como los premios de la MTV, Grammys y demás, ya que, de hacerles caso, llegaríamos a la conclusión de que la mejor banda de rock de todos los tiempos es U2 (y encima no gracias a sus primeros y mejores discos, sino a los últimos, ¡!), que la mejor cantante es Madonna o que el mejor actor es el chico ese de Crepúsculo que ni sé cómo se llama ni me voy a molestar en guguelearlo. Y no hablo de los saraos españoles porque me entra la taquicardia.




Gafas Rayban: 100$ - Camiseta discretita: 3$ en el rastro - Peinadito a la moda: 10$. Ver a Sly en plan chulo-playa ochentero no tiene precio.



Y en esto llega la polémica decisión de los organizadores de la Mostra de Venecia de rendir tributo a Sylvester Stallone. Nadie le va a discutir a este tipo que unas veces se pone delante de la cámara y otras detrás (noten como evito llamarle actor y director) su carácter de icono cinematográfico. Lo que pasa es que se trata de un icono risible y patético. Si hay un título que merece Sly es el de Rey de la Comedia Involuntaria. Hasta él, tras varios intentos fallidos de hacer comedias voluntarias (alcanzando cotas dignas de una tarde de domingo de agosto en La Sexta, como Alto o mi madre dispara, Oscar o Tango y Cash), se ha dado cuenta de que lo que realmente le gusta a la gente es verle hacer el ridículo por enésima vez en Rocky Balboa o Rambo IV. De hecho, ese regodeo, esa inmersión sin flotador en el patetismo más absoluto es lo que ha podido llevar a los organizadores del evento veneciano a ver en su obra “originalidad y ternura”. Eso, y las drogas duras, claro.

Aunque yo creo que, si Sylvester Stallone merece un homenaje de verdad, es por esto:



¡Coño, qué largo me ha quedado! Pero después de tanto tiempo sin escribir qué querían.

4 comentarios:

Licantropunk dijo...

Y "Rocky" tumbó sobre la lona a "Taxi Driver" y "Todos los hombres del presidente" en la noche de los Oscar de 1976, ganando el premio de mejor película. En su tiempo me lo pasé muy bien con las películas ochenteras de Stallone, así que por mi parte me parece estupendo el premio a Sly (¿incluirán en el típico documental
corto que acompaña a la entrega, sus inicios en el porno?). Y el año que viene, que se lo den a Arnoooolld!!! Demasiao.
Saludos.

DECKARD dijo...

Hostia, es verdad, cómo pude olvidarme de ese detalle, es uno de los momentos más vergonzosos de la historia de los Oscar.

Pues ya puestos, al menos Arnie aparece en clásicos de la ciencia-ficción como los dos primeros "Terminator" y "Desafío Total", pero también en películas tan defendibles como "Danko, calor rojo", "El último gran héroe" o la saga de "Conan".

Vamos, es que, aunque solo hubiera hecho "Desafío total", la mejor adaptación al cine de un relato de Philip K. Dick tras "Blade Runner" y "Minority Report", ya merecería un homenaje más que su amigo Sly.

Sin embargo, la única película de Stallone que tengo en mi colección es, precisamente, "Bananas", aunque también me gustaría tener "Adiós, muñeca", en la que hace de matón al que el gran Robert Mitchum (que compone un Philip Marlowe a la altura de Bogart) le da un buen repaso, es muy divertido. Quería poner esa escena también en el post, pero por desgracia no la encontré.

Un saludo!

ANRO dijo...

Ja, ja, ja, pero qué bueno te ha quedado con esa guinda tan sabrosa del final.
Temíame yo, que despues de tanto tiempo hubieras perdido el tino de escribir bien.....y va el chico y nos deja flipando con esa maravillosa disertación sobre los premios, sus motivos, y su repercusión. En serio, ¡chapeau!.

Menos mal que a L.A. Confidential no le hacían ni puñetera falta los oscars y "Titanic" ya no lo ven ni los tiernos infantes.

Tiene bemoles el homenaje a este pobre hombre ¿le quedará para entonces algún trocito de piel por estirar?
En fin gracias a los dioses y a las superpantallas caseras, nos podemos repantingar para seguir viendo todas esas maravillas que el cine nos ha deparado a lo largo de casi trece décadas, con o sin premios.
Termina bien el verano y sigue gozando la vida (no "La vida es bella", vamos a dejar a Begnini en el cuarto oscuro, por cabroncete)
Un abrazote.

DECKARD dijo...

Muchas gracias, igualmente. Me abrumas con tus inmerecidos halagos.

Un abrazo!